Jack Wheeler es capaz de mezclarse con los contras nicaragüenses, así como los angoleños y los afganos, si se trata de defender la libertad de las amenazas del autoritarismo
¿Quién era ese boy scout de doce años al que condecoró el presidente Eisenhower en la Casa Blanca? ¿Es el mismo que, dos años después, se plantaría ante el monte Cervino, probablemente la montaña más famosa de los Alpes? Sí, y su vida es una cadena de historias asombrosas. Como aquella vez en que, durante unas vacaciones de verano y todavía menor de edad, se adentró en lo profundo de la selva amazónica para hacerse amigo de los jíbaros, que como muestra de estima le regalaron una cabeza reducida. Hablamos de Jack Wheeler, alguien que ha hecho de la aventura su modo y estilo de vida y que acaba de pasar por la Universidad de las Hespérides, donde mantuvo tres encuentros con alumnos, profesores y público en general.
«Jack Wheeler ha estado en cada país del mundo, y en muchos de ellos, muchas veces. Ha explorado el mundo y una vez que hablas con él, te das cuenta de que no es solo eso, porque es considerado el padre de la «doctrina Reagan». Y esto se debe a que tuvo un sueño cuando tenía 14 años: que el imperio del mal podría implosionar si diferentes comunidades y personas muy insatisfechas fueran empoderadas de manera que pudieran luchar contra los soviéticos. Años después se convirtió en la famosa doctrina Reagan», afirmó al momento de presentarlo Gabriel Calzada, rector de la Universidad de las Hespérides.
En su búsqueda por el globo para cumplir aquel sueño, Jack Wheeler llegó hasta Abdul Rahim, uno de los líderes del principal grupo de combatientes en Afganistán, que operaban desde Pakistán. «Le dije, soy estadounidense y quiero ayudar a las personas que están luchando contra los soviéticos en todo el mundo. Los soviéticos han tomado tu país, pero no solo el tuyo, tienen un imperio. Y en muchas partes de ese imperio, están luchando otras personas como tú. Quiero ver dónde está la lucha, llévame allí. De esta manera trabajé también en Angola y Mozambique, en una gira de apenas seis meses», explicó al profesor Will Ogilvie en la primera de sus presentaciones. Lo mismo hizo en Nicaragua, con el que encabezaba la resistencia, Enrique Bermúdez. «Cuando Enrique finalmente lo entendió, me miró con asombro y dijo: ¿quieres decir que no estamos solos? Le dije, no, no estás solo, amigo. Esto no es inevitable, vamos a deshacernos de esto. Y eso es lo que finalmente sucedió, nos deshicimos de toda la Unión Soviética, de ese imperio del mal en el mundo».
A la hora de indagar en el alma humana, Jack Wheeler dedicó buena parte de su tercera charla en la Universidad de las Hespérides (titulada «¿Comparte la humanidad algunos valores?») a la envidia. «La envidia está profundamente presente en la psique humana. Es un universal humano, siempre está ahí. De ella nos hablaban Hesíodo y también Aristóteles, que señalaban que en su peor versión, la más oscura, se caracteriza por el masoquismo, la disposición a lastimarte a ti mismo siempre y cuando la persona a la que estás envidiando también resulte lastimada», explicó. «Y ese es el masoquismo de la izquierda. Todo lo que hacen es masoquista si lo piensas, porque todo lo arruinan, mira las escuelas, la educación en general, todo lo que tocan se va al diablo».
Como ejemplos de la envidia en el ámbito social y político citó el caso de la lucha de clases, que «es una envidia de clase en la que se promueve que los proletarios odien a los burgueses». También mencionó el movimiento «Black Lives Matter», al que «muchos blancos se suman por miedo a la envidia». Recordó de modo crítico la frase de Susan Sontag acerca de que «la raza blanca es el cáncer de la historia de la humanidad». Frente a esto, se mostró convencido de que debe enseñarse a la gente «a no preocuparse por la envidia de los demás, a perder el miedo a ser envidiado».
Cuando se le preguntó por el momento actual de las ideas de la libertad, consideró que vivimos en sociedades «muy polarizadas, especialmente debido a las acciones de la extrema izquierda», que promueven el enfrentamiento. Sin embargo, destacó un rayo de esperanza al mencionar el caso de Argentina, que tras tantos años de peronismo ahora vota a un candidato libertario como Javier Milei. «Es sorprendente que eso suceda, porque el peronismo tiene como único propósito hacer que la gente dependa del gobierno. Y esto es la droga más adictiva del mundo, porque cuando deja de inyectarse la droga de los subsidios, la situación se puede volver peligrosa. Luchar contra la idea de que el gobierno tiene que facilitarte la vida es difícil. Hacer comprender los beneficios de la responsabilidad personal y la libertad requiere más trabajo. Siempre será una lucha, pero creo que estamos en el lado correcto».